El peso del mundo

Estamos acostumbrados a pensar que sabemos cuál es la forma del mundo, cómo es la situación del ser humano en el universo, qué cosas sufre y por qué, o por lo menos qué cosas no puede aceptar y por qué, y es obvio, siendo seres humanos, todos y cada uno de nosotros vive la tentación de pensar que sabemos, con autoridad, de qué va esto que llamamos la condición humana.

Pero no. No podemos saberlo todo, y cuánto más se pone uno a buscar, más obvio llega a ser que no podemos llegar a saberlo todo. Lo que sí podemos saber, el peso del mundo es siempre más que lo que podemos averiguar con los humildes cálculos derivados de la vida de una sola persona. Hay que salir a buscar indicios y reportajes de cómo es la vida de los demás, de qué cosas viven, cómo y cuánto sufren, y qué peligros inadvertidos acechan en las sombras de su día a día.

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La distancia expresiva

Amor, lejanía, indecisión, tremendismo en minucia, amigos y familiares que se van, el hogar que se desintegra, el cuerpo que vive una vida y la desvive a la vez : el ser humano es en su más profundo altruismo también egoísta, hay siempre la base del yo que lo vive todo, lo graba todo, lo recuerda y lo reformula todo, a su manera y en el idioma que más le va…

el reto de todo contacto humano, cerebral-emocional-social, es que no sólo hay distancia física y distancia metafísica, hay también la distancia expresiva, que hace que las mismas palabras que uno elige para expresar la verdad pueden esconderla, y eso aunque se apliquen con la pura intención de dar “toda la verdad” y más…

nos perdemos, nos perdemos todos en el juego de lenguaje, en el desafortunado enfrentamiento entre la intención y el significado, exagerado por la imperfección del medio y por las idiosincracias de la mente humana, que lo inventó y lo aplica…

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Los desconfiados devotos

La desconfianza no es un estado de ánimo, no es una reacción a la desdicha; es una doctrina, y existe una secta dispersa que la difunde. Esta secta consta de una gente que apuesta abiertamente por la desconfianza, como cosmología o plan de vida, una lógica venenosa contra la que poco se puede hacer, porque su fuerza radica en la decisión total de sus congregantes de vivir en la desconfianza, confiados hasta la última en que no puede haber otra forma de vida más inteligente.

Esta falacia se utiliza, entonces, para dos fines claves: 1) reducir el valor de las situaciones donde la confianza parece traer fuerza, bienestar y una resistencia sana; 2) justificar comportamientos que no se pueden justificar dentro de una ética coherente. La desconfianza doctrinal, por lo tanto, se aprovecha, como arma, de la posibilidad de utilizar los desengaños ya existentes para los demás para no entrar en ninguna responsabilidad —ni en la consciencia de la responsabilidad— por los desengaños ocasionados por la misma desconfianza como trato interpersonal.

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Del órgano conceptualizador, disuelto en el lenguaje

¿Sabemos sobre qué terreno pisamos, qué fundamento se levanta debajo de nuestros pies para darnos lugar? si las palabras tienen un peso variable incluso en el momento en que se dicen, y cuál es el trasfondo de esa variación? o sea, qué mensaje escondido pueda haber en la energía que conllevan y dejan caer sobre nuestra percepción de la realidad? sabemos, acaso, si hay significado alguno ni constancia en la forma que elegimos para expresarnos, si tal vez vayamos construyendo dos historias a la vez, la que nos sirve ver en el momento y la que veremos con tiempo, cuando otro significado nos sirve de una manera más completa…

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